Sección de Historia – 25/09/2023

Corrupción en la antigua Roma. 2ª parte.

Teresa de las Nieves Alegre.

La Antigua Roma, una civilización que ha dejado una profunda huella en la historia, no solo es conocida por sus logros monumentales, sino también por las sombras que se alzaron dentro de sus instituciones. Una de las sombras más persistentes y notorias fue la corrupción.

Exploramos las raíces, manifestaciones y consecuencias de la corrupción en una sociedad que llegó a dominar gran parte del mundo conocido. La corrupción no era un fenómeno aislado en Roma; era un mal que corroía las bases de la República y, posteriormente, del Imperio.

En la República, la corrupción se infiltró en las altas esferas del gobierno a través de sobornos, nepotismo y enriquecimiento personal a costa del bienestar público. Las luchas de poder entre facciones políticas solo exacerbaron esta lacra, llevando a la descomposición del sistema republicano que una vez había sido un faro de virtud y servicio público.

Con la transición hacia el Imperio, la corrupción persistió y se expandió. Los emperadores, algunos de ellos infames por sus excesos y extravagancias, establecieron un patrón que se replicaría en toda la administración imperial. Los funcionarios corruptos, conocidos como "delatores," a menudo ejercían un poder desmedido y se beneficiaban de sus acusaciones falsas.

 

 

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La experiencia del que dibuja es la experiencia del anhelante, del que espera poseer lo que mira, no en su forma corpórea, sí en su esencia incorruptible. Dibujar es contemplar, fijar la mirada sobre algo, alguien, someterlo al análisis de lo apreciablemente inmediato y conseguir evocar a partir de ese punto la conexión más directa con el entendimiento de su estructura, reconocer qué se sostiene en ella para librarla de pesados y confusos ornamentos. La realidad desnuda nos muestra la síntesis de lo que de pronto, en unos cuantos trazos, se ha convertido en irreductible.
Se dota entonces, la mirada del dibujante, de la imprescindible capacidad crítica que tanto tiene que aportar al ritmo desquiciado de nuestro tiempo. Todo se vuelve más liviano, grácil y fascinante cuando aparece el propósito de dibujar lo contemplado.

Saludos,
Julio Díaz

 

 

 

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